9:00. Una visita a la zona más cool del puerto
No se entiende Vigo sin su puerto. Para bien y para mal, ese inmenso muelle ha configurado el rostro actual de la ciudad olívica, imprimiéndole al mismo tiempo un carácter muy especial.
La zona más coqueta es la que rodea el paseo de As Avenidas, entre el muelle de Transatlánticos y la plaza de la Estrella. Los nadadores, dos colosales esculturas en bronce de Francisco Leiro, delimitan este espacio de goce urbano con auténtico sapore di mare.
Empezar el día dando un paseo a la vera del mar no tiene precio. Máxime cuando se hace en compañía del mismísimo Julio Verne, cuya estatua al parecer sí admite pulpo como animal de compañía. El escritor francés visitó la ciudad en 1878 y 1884, pero su pasión por la bahía de Vigo venía de lejos. En 20.000 leguas de viaje submarino, el capitán Nemo financia sus correrías con los metales preciosos de los galeones hundidos durante la batalla de Rande.
Si la hora del aperitivo nos sorprende recordando pasajes vernianos, lo más recomendable será reponer fuerzas en cualquiera de las terrazas de Montero Ríos. Esta vía abierta, peatonal, es como un jardín situado entre la Alameda y el puerto deportivo. Ojo con alguno de los magníficos edificios que ofrecen su fachada a la ría: ¿cuándo nos han teletransportado a la Barcelona novecentista?
Merece la pena volver por esta zona al atardecer, especialmente en verano. Así podremos disfrutar de un cóctel en las cervecerías y locales más exclusivos de la ciudad, o simplemente gozar en una Alameda que nos muestra ese Vigo delicado, rumboso y sublime que también existe.
11:00. Aspirando las viejas esencias: el Berbés y la lonja
Un poco más allá del muelle de Transatlánticos está el Berbés, el antiguo corazón marinero de la ciudad. Paradójicamente, el puerto creció a su costa y dándole la espalda, mientras la ciudad se expandía hacia el interior. Cerca del Berbés se encuentra la lonja del puerto pesquero, la primera de Europa por volumen de descargas y facturación tanto de pescado fresco como congelado.
El incesante trajín de la lonja se deja sentir en los bares que están enfrente, alguno de ellos tan mítico como el Das Almas Perdidas, donde se juntan marineros atentos a su licor, trabajadores del puerto repitiendo café, turistas gozando del vermú y gente de la más variada condición dándole a todo un poco.
El puerto es como un animal grande y fascinante, cuyas entrañas pueden conocerse gracias a las visitas guiadas que organiza la Autoridad Portuaria (986 26 80 00).
13:00. Una de ostras en el Casco Viejo
Desde el Berbés se accede al casco viejo por la rúa Real. Otra opción más "aérea" es recorrer la pasarela que conecta el centro comercial A Laxe, pegado al muelle de Transatlánticos, con el mercado da Pedra, cuyos días más felices seguramente quedaron atrás.
Al lado del mercado se encuentran los puestos callejeros que venden uno de los (muchos) manjares de la ría: las ostras de Arcade, cuya degustación es casi un acto espiritual, al decir de Cunqueiro.
La calle se llama Pescadería, aunque popularmente se la conozca con el nombre de rúa das Ostras. El afrodisíaco molusco se cría en Arcade, pequeña localidad situada en el inicio mismo de la ría de Vigo. Por 15 euros es posible comprar una docena de ostras y recrearse en una experiencia de espiritualidad gastronómica.
15:00. Siguiendo las huellas del Street Art
En toda la ciudad hay más de una docena de medianeras, muros y fachadas decoradas con murales y grafitos de estéticas muy diferentes. Esto hace de Vigo una urbe vanguardista en términos de arte urbano, proyectándola como un destino cosmopolita y rabiosamente joven.
La misma filosofía alienta detrás del festival que atrae más visitantes: O'Marisquiño, una cita imprescindible para los amantes del arte urbano en todas sus representaciones. O'Marisquiño es skate, acrobacias, trial, descenso urbano en bici, conciertos y mucho más. Se celebra cada verano en la zona portuaria.
16:00. De museos
Al visitante le suele sorprender la oferta museística de Vigo, mucho más amplia de lo que hubiera creído. Pero lo cierto es que la ciudad mantuvo una estrecha relación con algunos de los artistas gallegos más importantes del pasado siglo, empezando por Laxeiro, un auténtico genio de la paleta con museo y fundación radicadas en Vigo.
El museo más fascinante de todos, sin embargo, no tiene que ver con la pintura. En Alcabre, entre dos pequeñas y hermosas playas, una arquitectura de gran belleza se perfila contra el océano: es el Museo do Mar. Consta de faro, plazas, espigón y varias naves que recuerdan la antigua fábrica conservera convertida en museo gracias al buen hacer de los arquitectos César Portela y Aldo Rossi.
El museo cuenta con acuario propio y un restaurante anexo donde es posible degustar el mejor marisco de la ría con las Cíes de fondo. Además, el museo está muy cerca de Samil, la playa más grande y conocida de la ciudad.
Otro centro artístico a destacar es el Museo de Arte Contemporáneo (Marco), ubicado en el antiguo Palacio de Justicia, que era también la cárcel municipal, lo que explica su original planta hexagonal y la estructura panóptica del edificio.
El Marco abre sus puertas de martes a sábados (festivos incluidos) de 11:00 a 14:30 y de 17:00 a 21:00. Los domingos el horario es matinal. Está situado en pleno centro de la ciudad, en un extremo de la rúa Príncipe, una amplia vía peatonal que representa la principal vía comercial no solo de Vigo, sino de toda Galicia.
18:00. Miradores sobre una ría de poetas
Vigo es un poco como Roma: una ciudad de colinas. Varios montes se levantan en distintos puntos de la geografía viguesa y todos ellos ofrecen vistas asombrosas de una ría de extraordinaria belleza. Hoy nos quedamos con dos: el monte do Castro y el monte da Guía.
Al Castro, a secas, como se lo conoce popularmente, se llega andando, ya que está en pleno centro. Al subir por la ladera oeste nos topamos con un pequeño yacimiento castreño reconstruido. Antes de llegar a la cima, también toparemos con tres grandes anclas (y algún cañón), recuperadas del fondo de la ría, recuerdo, una vez más, de la célebre batalla de Rande en la que la flota hispano-francesa sufrió un rapapolvo sin paliativos.
En la cima del Castro se hallan los restos de la antigua fortaleza, jardines y unas vistas estupendas sobre la bahía.
Un poco más lejos, en el barrio de Teis, está el monte da Guía. Pero la recompensa es mayúscula: una panorámica espectacular de la ría con las Cíes al fondo.
Hay otros muchos miradores en los montes que rodean la ciudad. Para una perspectiva diferente, lo mejor es ir hasta Cesantes, en el vecino concello de Redondela. Desde este punto enclavado en el fondo de la ría, el puente de Rande y la isla de San Simón muestran su perfil más hermoso.
Dos de los poetas medievales gallegos más famosos (Mendinho y Martín Codax) nos han dejado delicados versos de amor con la ría y la isla de Simón al fondo. Y en verdad que el paisaje parece despertar el genio poético incluso en aquellos viajeros menos dados al lirismo.
20:00 Disfrutando de un Casco Viejo renacido
La parte más antigua de la ciudad está de moda. Curioso que durante tanto tiempo los vigueses le diesen la espalda. Sin el glamour de los cascos antiguos de otras ciudades gallegas, el de Vigo posee una luz especial y una profundidad atmosférica que lo hace único. Y cuenta con una de las plazas más hermosas del país: la de la Constitución.
El lavado de cara al que se le ha sometido en los últimos años resulta especialmente llamativo en su parte alta, la más deprimida. En la actualidad, el casco viejo de Vigo es un hervidero de gente, especialmente los fines de semana y los meses de verano (incluidos septiembre y octubre).
Las nuevas taperías, restaurantes y cervecerías florecen por doquier y conviven con los reductos del antiguo barrio: alguna añeja librería de segunda mano, tascas históricas que resisten y las últimas cesteiras. En próximas fechas publicaremos un especial dedicado exclusivamente a los muchos y muy buenos locales de tapeo del casco viejo, así que permaneced atentos.
24:00 Fin de fiesta en la otra ciudad de la movida
Más pijo y exclusivo, el Areal también es buena zona para salir a tapear y enganchar con los locales próximos, algunos muy vinculados a la marcha universitaria. A partir de las doce de la noche, una buena alternativa pasa por Churruca, barrio mítico de la movida viguesa, donde brillan con luz propia históricos como La Iguana y otros que van camino de serlo, como La Fábrica de Chocolate.
Una cosa es segura: el ambiente nocturno en Vigo es de lo más variado y no os defraudará. Por cierto: ¿por qué, además de "ciudad olívica", Vigo recibe el sobrenombre de ciudad del sireno? Una pista: tiene que ver con una curiosa escultura, obra del mismo Leiro del que hablábamos antes, situada en el kilómetro cero de esta dinámica, contradictoria y apasionada urbe.