Tras el reciente cambio horario y con el verano a la vuelta de la esquina, ya no hay excusa para no salir a disfrutar de la naturaleza. Las opciones se multiplican en el país de los mil ríos, donde una diversidad abrumadora coexiste con una circunstancia singular: en Galicia, el sol sale y se pone una hora más tarde que en el Levante español.
¿Qué significa eso? Pues que todavía no estamos en abril y ya hay luz natural hasta las nueve de la noche. Otro dato: el ocaso astronómico en fechas próximas al solsticio de verano no se produce antes de las 23:00, un hecho que seguramente es único en todo el mundo. Tenedlo en cuenta cuando programéis vuestras actividades en Galicia.
Hoy os presentamos la PR-G 170 o Ruta da Pedra e da Auga (Ruta de la Piedra y del Agua). La ruta transcurre a la vera del río Armenteira por los municipios de Ribadumia y Meis, en el corazón del Salnés, una bella y turística comarca próxima a la ría de Arousa, con magníficas playas en la franja litoral y hermosas estampas vitivinícolas en el interior.
Se trata de una ruta sin apenas dificultad, ideal para recorrer con niños e incluso apta para personas de cierta edad. También es idónea como ruta de BTT. Curiosamente, el sendero coincide con un viejo camino que la población local recorría cada lunes de Pascua para subir hasta el Monasterio de Armenteira.
Cómo llegar
El comienzo de la ruta no tiene pérdida. Bien desde la N-550, bien desde la AP-9 (de pago), que unen Compostela y Pontevedra, hay que meterse en la AG-41, la autovía que atraviesa el Salnés, para coger la salida de Ribadumia. Enseguida toparéis con la rotonda de la VG-4.2, la puerta de entrada a Ribadumia por Barrantes, parroquia del municipio famosa por su vino.
Al salir de la rotonda veréis un bar-restaurante a mano derecha y la oficina de turismo de Ribadumia (una típica cabaña de madera) del otro lado. La ruta empìeza a unos treinta metros del bar. Varios carteles y paneles de grandes dimensiones señalan el punto exacto.
La ruta
La ruta tiene una extensión de 8,2 kilómetros. Ojo: la distancia que se anuncia en los paneles informativos (6,5 kilómetros) no es correcta. ¿Tal vez se trata de incentivar la vida saludable con una mentirijilla piadosa?
La ruta presenta dos partes bien diferenciadas. La primera consiste en un sendero de tierra que es casi como un paseo fluvial. Siempre a la vera del río Armenteira y bajo el dulce follaje de los árboles, se recorre gozosamente.
La senda está acondicionada de forma impecable: las farolas armonizan con el medio, hay un lindo cercado en buena parte del camino y nunca faltan bancos y mesas de madera para regocijo del viajero que desea descansar o tomar un merecido piscolabis.
Aunque lo más característico del sendero son los molinos (muíños en gallego), la "piedra" que, con el "agua" del río, da nombre a la ruta. La mayoría están rehabilitados con aliño y lo más llamativo es su abundancia: se cuentan por docenas (nosotros dejamos de contar a partir del número 40).
También hay varios lavaderos antiguos y zonas fluviales con "poldras", como se denominan popularmente en gallego las piedras (y los pasos que forman esas mismas piedras) que permiten vadear los ríos.
En este tramo inicial de la senda es habitual encontrar algún pescador probando suerte: ¡la trucha al horno está riquísima!
A poco de comenzar la ruta se llega al molino do Con. A su lado, en el suelo, hay un petroglifo: una roca con curiosas inscripciones aparentemente en forma de cruz.
Aproximadamente unos 900 o 1.000 metros después de iniciada la marcha, el sendero atraviesa la AG-41. Es el único "punto negro" de la ruta. A continuación se llega a los conocidos como Muíños de Meis, con cuatro molinos escalonados que ofrecen una bucólica estampa, en el entorno de una espectacular área recreativa situada en las laderas de un pequeño monte (Cabeza de Boi).
El lugar es encantador. La frondosa arboleda cuenta con especies diversas, sobre todo alisos, sauces, abedules, robles y saúcos. También hay una casa de piedra rehabilitada como bar, con terraza incluida.
En este punto hay una desviación que conduce a la cercana "Aldea Labrega", una especie de barcelonés "Pueblo español", solo que en versión gallega y liliputiense. La aldea quiere representar la vida cotidiana de un pueblo de la Galicia de principios del siglo XX. Cuenta con iglesia, hórreo, cruceiro, horno y animales domésticos.
Esta zona de esparcimiento, a unos 2,5 kilómetros del punto de partida, marca el punto final de la primera parte de la ruta. A partir de aquí el camino se va inclinando cada vez más, internándose en zonas de mayor vegetación dotadas de gran belleza.
Siempre, eso sí, caminando a la vera del río, al que no le faltan pequeñas cascadas y rápidos. Los molinos, por su parte, siguen sucediéndose sin cesar. La paz que se respira en este tramo de la ruta es admirable, casi como caminar y hacer yoga al mismo tiempo.
La ruta finaliza en el Monasterio de Armenteira, de la Orden del Císter. El monasterio actual es de planta renacentista y barroca (el claustro, por ejemplo, es del siglo XVI), aunque se conserva la iglesia primitiva. con seis arquivoltas y un soberbio rosetón calado.
También hay un bar fuera del recinto del monasterio, donde podéis recuperar fuerzas con una empanada de zamburiñas. Pues, a pesar de estar entre dos montañas, el mar (y sus deliciosos productos) no queda lejos. Así es Galicia...