El carnaval en Galicia se llama entroido (o antroido) y se vive de forma apasionada, especialmente en la provincia de Ourense. Tras sobrevivir a la condena eclesiástica, la censura política y los avatares propios de la edad, hoy es posible disfrutar en buena parte de la geografía gallega de un entroido colorido, popular, de gran valor etnográfico y, por supuesto, caracterizado en todo momento por la subversión típica de estas fiestas.
Aunque se cuentan por docenas las localidades con manifestaciones carnavalescas singulares, son ocho los entroidos gallegos declarados de interés turístico. Cada uno de ellos desata de forma única la alegría por los fastos de don Carnal y presume de tener a los personajes o máscaras más vistosos y niquelados.
Los carnavales de interés turístico son los de:
Laza, con sus famosos peliqueiros;
Xinzo de Limia, donde travesean las pantallas;
Verín, lugar de cigarrones;
Viana do Bolo, con los inquietantes boteiros;
Cobres, donde la elegancia reina gracias a madamas y galanes;
Manzaneda, escenario de las mázcaras;
Maceda, cuyos felos son primos hermanos de cigarrones y peliqueiros;
Por último, los personajes por antonomasia del carnaval de los Xenerais da Ulla, celebrado en municipios de la cuenca del río Ulla, son los generales y correos.
El carnaval es una ocasión perfecta para organizar unas vacaciones a la Galicia rural menos conocida por los turistas, disfrutando de la riqueza cultural y los increíbles paisajes naturales de estos lugares.
El triángulo mágico de Ourense
No puede ser casualidad que, de los ocho carnavales más famosos de Galicia, seis se encuentren en Ourense. Destaca en particular el fervor estético alcanzado en el triángulo que conforman los municipios de Xinzo de Limia, Laza y Verín, un entroido intenso y fascinante que empieza a calentar motores prácticamente desde el primer fin de semana que sigue a las vacaciones de Navidad.
El entroido de Laza
En el carnaval de Laza, considerado uno de los más antiguos del mundo, los reyes del mambo son los peliqueiros, cuya primorosa (y pesada: ¡casi 20 kilos!) vestimenta consta de mitra con pompones, careta, chaqueta corta, camisa blanca cubierta con pañoleta, corbata, faja, pantalón corto con encajes de borlas, medias rojas, ligas, zapatos negros y otros muchos adornos.
La primera y ruidosa aparición de estas singulares máscaras de carnaval se produce durante la mañana del Domingo de Entroido, cuando se congregan hasta 150 de ellos en la conocida como Estrea do Peliqueiro.
Los grandes cencerros que llevan atados a la cintura (cada cencerro pesa kilo y medio) avisa de su llegada como el trueno anuncia la tormenta. Los peliqueiros corren, saltan y agitan su temidísima fusta, látigo que no dudarán en emplear contra quien ose interponerse en su camino. No se les puede tocar (así lo dicta la tradición), pero sí insultar.
Sin embargo, el entroido en Laza empieza mucho antes de que los peliqueiros entren en escena. Durante los cuatro Viernes de Folión, alguno con antorchas incluidas, se forma una buena jarana a causa de las comparsas que recorren el pueblo por la noche con tambores, bombos y todo tipo de estruendosos objetos.
Y si había fiesta antes de la irrupción de los peliqueiros, también la habrá después. Aviso para navegantes: ¡todavía queda mucho carnaval en Laza del que disfrutar! El Lunes Borralleiro, hoy mismo, es uno de los días más esperados por propios y extraños.
Por la mañana tiene lugar la Farrapada, batalla incruenta un tanto pringosa pero enormemente divertida, donde las únicas armas disponibles son trapos untados de barro. Tened cuidado porque fácilmente podéis acabar metidos en una bañera llena de lodo y agua...
Lo mejor llega por la tarde, con la apoteósica Bajada de la Morena, una locura no apta para cardíacos en la que los peliqueiros esta vez comparten protagonismo con un personaje de cabeza taurina y grandes cuernos (la figura del toro, la máscara de Dioniso, se halla íntimamente ligada a las fiestas de carnaval en toda Europa), mientras se arrojan kilos de harina, tojos y hormigas previamente hostigadas con vinagre. Como para perdérselo.
El divertimento culmina en un éxtasis colectivo que representa uno de los momentos más espectaculares del carnaval lazano.
Xinzo de Limia, Verín y Cobres
Del entroido de Xinzo se dice que es el carnaval más largo de Europa. Seguramente sea verdad, pues cuenta cada año con cinco fines de semana de actos y festejos. El primero de todos ellos se corresponde con el Domingo Fareleiro, nuevamente con la harina como elemento aglutinador de diversión.
En Verín, la semana grande del carnaval empezó con el Jueves de Comadres, la gran cita de la mujeres... y de los hombres disfrazados de mujeres. Mañana martes tiene lugar otro evento multitudinario: el gran desfile de carrozas y cigarrones.
En Cobres (Vilaboa, en la provincia de Pontevedra) también es el Martes de Carnaval el día más importante de un entroido que pasa por ser el más elegante de toda Galicia.
Pero la fiesta continúa no solo en los ocho carnavales de interés turístico, sino que en casi 200 localidades gallegas es festivo alguno de los tres primeros días de esta semana: o bien el Lunes o Martes de Entroido, o bien el Miércoles de Ceniza. ¿Os lo vais a perder?
Gastronomía
Resulta difícil hablar del entroido sin tratar, aunque sea de refilón, el tema gastronómico. La celebración del carnaval en Galicia no se entendería sin ese sentido homenaje que simultáneamente se rinde al estómago. En Viana do Bolo, sin ir más lejos, al mismo tiempo que el entroido se celebra la Fiesta de la Androlla, un embutido de carne típico de la zona.
El cocido es, sin duda, el protagonista indiscutible durante la época carnavalesca. Un buen cocido debe llevar lacón, carne (generalmente de ternera), gallina o pollo, chorizos (de cebolla y de carne), grelos (u otra clase de verdura), patatas, costilla, tocino, garbanzos y cacheira.
A los grelos, que están en sazón más o menos por la época en la que se celebra el carnaval, cabe considerarlos sin exageración como la verdura nacional de Galicia.
Mención especial merecen los postres de carnaval. Entre los más populares se cuentan las filloas y orejas. Estas últimas están hechas básicamente de harina, huevos, mantequilla y, en ocasiones, anís. Y sí, están riquísimas.