Segunda y última jornada por las tierras del Ribeiro. Empezaremos rememorando el fascinante pasado castrexo de Galicia, visitaremos una joya rural de la arquitectura palaciega rehabilitada como destino turístico, seguiremos las pistas del románico en la comarca y terminaremos nuestro viaje con una visita a Ribadavia, la capital.
Verdes son los castros: San Cibrao de Las
Los vestigios de asentamientos castreños en Galicia se cuentan por miles. Por el motivo que fuese, el noroeste peninsular ya debía ser un buen lugar para vivir hace más de dos milenios.
Visto desde nuestros días, lo sorprendente no es que hayan sobrevivido cientos de castros, sino que se hayan rehabilitado algunos. Pues el trato dispensado en Galicia al patrimonio monumental (también al natural y paisajístico, pero esa es otra historia) a lo largo de los siglos ha sido más bien lamentable.
En el mejor de los casos se arramblaba con las piedras de un castro; en el peor, se destrozaban tumbas megalíticas buscando tesoros escondidos. Seguramente se perciben aquí rasgos de un modo de ser que nunca abandonó la fase totémica. Viendo la devoción de los gallegos hacia el cerdo, que incluye una capacidad sin igual para comérselo enterito, de la cabeza al rabo, se comprende el trato que recibe en Galicia lo que más se ama.
Volviendo al mundo castreño, el centro de interpretación que recibe a los visitantes en la entrada del castro de San Cibrao de Las permite conocer un poco mejor la enigmática historia de las gentes que vivían en Galicia antes de la llegada de los romanos. Entender de dónde venimos es lo que nos permite muchas veces avanzar y ya se sabe que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.
La citania o ciudad de Lámbrica, nombre que aparece en la conocida como Ara de Eiras y que sirve también para denominar al castro, se alza sobre un otero a casi 500 metros de altura. Cuenta con dos murallas defensivas y una acrópolis. Menos conocido que otros castros emblemáticos como el Baroña o Santa Tecla, sus grandes dimensiones permiten barruntar el descubrimiento de nuevos secretos sobre la cultura castreña en futuras excavaciones.
Un conjunto histórico-artístico para el siglo XXI: Pazos de Arenteiro
A 20 minutos de San Cibrao de Las se encuentra la aldea de turismo rural Pazos de Arenteiro, en el concello de Boborás. El lugar es impresionante, enclavado en la ladera de una montaña y con los ríos Avia y Arenteiro a tiro de piedra.
La extraordinaria arquitectura palaciega de la aldea sorprende por inesperada y habla a las claras de la riqueza que el vino ribeiro generaba cientos de años antes de que a nadie se le ocurriese la idea de inventar algo así como una denominación de origen.
La oferta de ocio es muy interesante. La aldea rural cuida especialmente todo lo relativo a la restauración, apostando por la cocina autóctona y los productos cultivados en la propia huerta ecológica. Rutas de senderismo, cursos y catas de vino, así como otras muchas actividades vinculadas a la vida en el rural son algunas de las opciones disponibles.
Ruta del románico
Pazos de Arenteiro, por supuesto, tiene su propio templo: una estupenda iglesia románica que perteneció a la Orden de Malta y alrededor de la cual se agrupan la mayoría de palacios: Casa de Arriba, Casa e Granxa do Moto, Pazo de Cervela, Pazo do Currelo, Pazo Feixó, Pazo de Laxas y Pazo Tizón. No cabe duda de que el patrimonio eclesiástico, del que ya hemos hablado, representa otro de los atractivos de la zona.
Aun cuando sea la Ribeira Sacra el destino en el que se piensa cada vez que se habla de una ruta del románico en Ourense, el Ribeiro cuenta con auténticos tesoros capaces de provocar el entusiasmo entre los amantes del arte, empezando por el antiguo monasterio de San Clodio, en Leiro.
Aunque la fundación del convento se desconoce, sí se sabe que en 1225 entró en la orden del Císter. Es decir, la misma orden que la de Oseira, como recordamos en nuestro anterior artículo sobre el Ribeiro. Este hecho explica el protagonismo indiscutible de San Clodio en la introducción de la vid y la producción de vino en toda la comarca.
Rehabilitado con pericia, el monasterio se halla no muy lejos del centro de Leiro. Precisamente en un tramo del Avia a su paso por Leiro está tomada la foto del elegante cormorán que decidió acompañarnos un trecho de nuestro paseo.
Para descubrir la ingente cantidad de ermitas, capillas e iglesias que jalonan la comarca, lo mejor es dejarse así. No son pocos los templos que tienen una base prerrománica y muchos muestran asimismo trazas de ampliaciones o rehabilitaciones de épocas posteriores. En cualquier caso, todos ellos están imbuidos de un indudable espíritu románico.
Destaca especialmente el caso del municipio de Boborás, con una pléyade de iglesias de gran valor artístico: entre otras, la iglesia de San Martiño de Cameixa, que tiene un magnífico ábside románico y reloj de sol. La de San Xiao de Astureses, con ábside rectangular, fue construida por los templarios, a quienes también se atribuye la iglesia de San Mamede de Moldes.
Pero igualmente Castrelo de Miño, San Amaro, Leiro, Ribadavia y el resto de ayuntamientos esconden verdaderas joyas del arte románico que merece la pena visitar.
Ruta del vino
El enoturismo vive un auténtico boom en todo el mundo, aunque si de algo pueden presumir en el Ribeiro es de no ser unos recién llegados al sector. Las bodegas se cuentas por docenas y conviven las de pequeño tamaño y carácter familiar con las grandes marcas que intentan competir en el mercado internacional.
Os dejamos una pequeña lista por si deseáis concertar una visita para conocer mejor el fascinante mundo del vino:
Val de Souto (Castrelo de Miño, tfno: 636 024 205), Valdavia (Cenlle, 669 892 681), Viña Costeira (Ribadavia, 988 47 72 10), Pazo Tizón (Pazos de Arenteiro, Boborás, 902 120 915), Val do Deva (Cortegada, 660 722 734), Pousadoiro (Castrelo de Miño, 667 568 029).
Ribadavia: capital de Galicia en el siglo XI
Bajo ningún concepto podríamos decirle adiós a la comarca del Ribeiro sin haber visitado su capital, Ribadavia. Que no os confundan, especialmente si llegáis desde Vigo por la A-52, los horrorosos edificios que os reciben en la entrada. Como en muchas otras villas de Galicia y España, el franquismo dejó un legado estético monstruoso.
Simplemente se trata de ir rebasando capas, como si de una cebolla se tratase, para llegar al corazón de Ribadavia, que no es otro que el barrio judío.
Este casco histórico es uno de los más importantes de toda Galicia y es muy superior -en su extensión y en cuanto al valor que atesora- al de ciudades gallegas que multiplican casi por 100 la población de Ribadavia. No en vano, Ribadavia fue la capital del Reino de Galicia a finales del siglo XI, bajo el reinado de García I.
Si bien es cierto que durante mucho tiempo se la dejó languidecer, la antigua judería resistió lo suficiente como para poder seguir mostrándonos en la actualidad un catálogo impresionante de sus encantos: callejuelas milenarias, plazas con soportales, edificios blasonados...
Entre su amplio patrimonio religioso, sobresalen dos conventos: el de Santo Domingo y el de San Francisco. También las iglesias de Santiago, San Juan y Santa María. En el campo de la arquitectura civil, es obligado mencionar el castillo, en pleno centro urbano, y el pazo de Baamonde.
Aunque cualquier época del año es buena para visitar Ribadavia, la villa adquiere una efervescencia singular en determinados momentos del año. La Festa da Istoria, celebrada el último fin de semana de agosto, atrae a miles de visitantes de toda Galicia.
Durante la misma, se recrean los tiempos más gloriosos de Ribadavia: hay torneos medievales, bodas y cenas judías, partidas de ajedrez con piezas humanas. La fiesta imprime su propia moneda: el maravedí. Y un dato: la mayor parte de la gente que participa (y hablamos de miles de personas) van disfrazados (o visten de época, que es como hay que decir para que nadie se enfade).
Otros eventos relevantes del calendario son la Feira do Viño do Ribeiro (se celebra anualmente a finales de abril o principios de mayo) y el Festival Internacional de Teatro (en el mes de julio).